domingo, 7 de noviembre de 2010

Catacumbas

La gente que sabe sacar lo mejor de mí, nunca dejaría que me rebozara en lo zafio. No soy grafito sino diamante, aunque a veces no lo parezca.

jueves, 14 de enero de 2010

Cierre

Tu mirada me elevaba pero yo quería seguir aferrada al suelo. Día tras día tus ojos lo intentaban y yo seguía apegada a la tierra sin querer levantar un palmo de ella. Fuiste constante hasta verme hacer lo mismo contigo; cuando descubrí tu pureza y quise corresponderte, decidiste que ya era demasiado tarde porque habías encontrado un nuevo horizonte en el que dejar otra herida abierta.

miércoles, 6 de enero de 2010

Alguna madre

A todos les parecía una mujer encantadora, siempre tan amable. Nunca se enfadaba con nadie excepto con "ella", la mayor de los dos retoños salidos de su vientre.Bien es sabido que el afecto se reparte, como la suerte, de forma arbitraria y ya lo dijo Pascal: "el corazón tiene razones que la razón no entiende" pero con "ella" iba más lejos porque no podemos reprimir siempre nuestro lado agresivo sin enfermar mentalmente y la madre ,para prevenir patologías en su organismo, tenía que proyectar la rabia, miedos e inseguridades en otro/a".¡Qué mejor chivo expiatorio que "ella", la mayor!. Nunca le había gustado que la niña estuviera tan empadrada, que le mostrara afecto dándole achuchones. Siempre que la pequeña(la más grande de las dos) se le aproximaba, la progenitora se apartaba sin disimular el rechazo.

A medida que "ella" fue creciendo, el veneno y la manipulación materna iban aumentando proporcionalmente. No había nada mejor para aplastar la rebeldía de una adolescente que tener segundas intenciones disfrazadas de bondad, por ejemplo; en una reunión familiar con parientes lejanos o conocidos, desautorizándola en todo con miradas de desaprobación o comentarios despreciativos ante cualquier manifestación espontánea de la muchacha, ya fuera de acción o verbal. La censura actuaba en el día a día, en cada detalle de la convivencia e incluso metiendo cizaña entre las amistades de la hija. "Ella", como consecuencia, se fue haciendo cada vez más insegura y desconfiada, hasta el punto de poner a prueba a todo el que se le acercaba, hasta llegar al sentimiento de desarraigo, de no pertenencia a ningún sitio.

Cuando "ella" llegó a la edad adulta, comprendió que no había razón para disculpar, ya no el desapego materno, sino la falta de conciencia. Lo que "ella" no perdonaba era ese desinterés por aprender amar de verdad a alguien, ese orgullo de querer tanto y tan mal, esa soberbia necia ajena al cariño verdadero. No tiene perdón quien no se arrepiente.