miércoles, 11 de junio de 2014

Cerrar capítulo y pasar página.


Hace ya unos cuantos años que quise asegurarme un espacio soberano en mi propia casa, para romper con una parte de mi vida que solo me ha traído inseguridad e infelicidad e intentar, así,escapar del radio de acción de esas personas tóxicas, tan dispuestas a amargarme la vida cual chupópteros emocionales. Pero, cuando se trata de alguien tan cercano como aquellos con quienes has vivido tu infancia, compartido mesa, vacaciones,  y sobre todo, de quienes has sufrido errores educativos; cuando la distancia física no llega más lejos que la habida entre dos pueblos  del sur, comunicados por transporte público en no más de media hora, cuando te ves obligada, por conciencia (y en tiempos de crisis, un poco también por necesidad),  a mantener el contacto y, consecuentemente, a evitar en lo posible el chantaje emocional derivado de ello por defecto, no se puede pasar página del todo, no.

No se puede pasar página cuando tras algún abuso verbal, cargado de veneno, se ponen  pies en polvorosa y se vuelve a cortar por lo sano. Cuando no se quiere responder al teléfono y se avisa al emisor de que NO llame, y éste o ésta ,  hace oídos sordos porque no entiende de disculpas debidas, sino de reproches otorgados y distribuidos a discreción. Es lo que tiene haber ganado el oro olímpico del machaqueo a distancia.

¿Cuáles son las virtudes reparadoras de las relaciones objetales viciadas?