miércoles, 6 de enero de 2010

Alguna madre

A todos les parecía una mujer encantadora, siempre tan amable. Nunca se enfadaba con nadie excepto con "ella", la mayor de los dos retoños salidos de su vientre.Bien es sabido que el afecto se reparte, como la suerte, de forma arbitraria y ya lo dijo Pascal: "el corazón tiene razones que la razón no entiende" pero con "ella" iba más lejos porque no podemos reprimir siempre nuestro lado agresivo sin enfermar mentalmente y la madre ,para prevenir patologías en su organismo, tenía que proyectar la rabia, miedos e inseguridades en otro/a".¡Qué mejor chivo expiatorio que "ella", la mayor!. Nunca le había gustado que la niña estuviera tan empadrada, que le mostrara afecto dándole achuchones. Siempre que la pequeña(la más grande de las dos) se le aproximaba, la progenitora se apartaba sin disimular el rechazo.

A medida que "ella" fue creciendo, el veneno y la manipulación materna iban aumentando proporcionalmente. No había nada mejor para aplastar la rebeldía de una adolescente que tener segundas intenciones disfrazadas de bondad, por ejemplo; en una reunión familiar con parientes lejanos o conocidos, desautorizándola en todo con miradas de desaprobación o comentarios despreciativos ante cualquier manifestación espontánea de la muchacha, ya fuera de acción o verbal. La censura actuaba en el día a día, en cada detalle de la convivencia e incluso metiendo cizaña entre las amistades de la hija. "Ella", como consecuencia, se fue haciendo cada vez más insegura y desconfiada, hasta el punto de poner a prueba a todo el que se le acercaba, hasta llegar al sentimiento de desarraigo, de no pertenencia a ningún sitio.

Cuando "ella" llegó a la edad adulta, comprendió que no había razón para disculpar, ya no el desapego materno, sino la falta de conciencia. Lo que "ella" no perdonaba era ese desinterés por aprender amar de verdad a alguien, ese orgullo de querer tanto y tan mal, esa soberbia necia ajena al cariño verdadero. No tiene perdón quien no se arrepiente.

2 comentarios:

  1. Igual que aprendemos a leer aprendemos a amar..si el maestro no ama dificilmente nos podra enseñar.

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  2. Es verdad, Poma.Por eso la vida nos ofrece siempre más de un maestro.

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