miércoles, 18 de noviembre de 2009

Ahora que nadie lo lee.

Allí se encontraba el enfermo, en aquella sala de deprimentes paredes color blanco-hospital. Le forzaron a entrar en consulta aunque su cuerpo, debido a la medicación, apenas ofreció resistencia para probar el prosaico método de diagnóstico que, aun siendo primitivo, resultaba de lo más eficaz. Era difícil encuadrar al paciente en uno de los tres tipos de locura tradicionales, por presentar rasgos típicos de cada una de ellas y usarían la libre asociación de ideas, como instrumento infalible de evaluación. Así pues, comenzó el examen:

-Señor Tarado, no hace falta que el doctor de la Olla le sugiera ninguna palabra. Asocie libremente.

-Los demás no me entienden; me castigan con sus silencios, solo publico libritos que no son "libros", en palabras de los críticos literarios, esos lobos sin piel de cordero."Quien no sabe escribir, da clases de literatura para paliar su carencia", decía mi profesor de lengua y tenía mucha razón. Eso es lo que he hecho durante años, pero me acusaron de plagiar a mis alumnos. Demóstenes fue un orador de primera gracias a su fuerza de voluntad y disciplina, Salieri envidiaba a Mozart, cuya genialidad fue involuntaria. ¿Yo qué?. Un buen escritor como yo, sabe hacer la O con un canuto bordando el trazo.Soy aún mejor que yo mismo: lo pinto de colores. Eso basta y sobra para hacer buena literatura. Me siento perseguido por la mala suerte, eufórico y deprimido... Dentro de nada dejaré de experimentar sensaciones. Soltó el canuto sobre la mesa y se volvió catatónico.

A día de hoy ha sido imposible recuperar al paciente, que continúa en estado vegetativo y ha dado apellido y categoría de enfermedad a la "taruguez crónica irreversible",nada tratable mediante la fuerza de voluntad.

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